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«La mirada femenina», Lorenzo Silva

(Nada mГЎs peligroso para un escritor, en los tiempos que corren, que hacer disquisiciones sobre las diferencias entre literatura femenina y literatura masculina. O estoy tonto o me gusta meterme en charcos. Este texto es el de una ponencia presentada en un curso de la Universidad de Verano de Baeza, en el que aprovechГ© para hablar de tres de mis escritoras favoritas (Jane Austen, Virginia Woolf y Kate Atkinson) y lo incluyo en esta zona debido a una peticiГіn que no puedo desatender.)
Si no fuera porque el tГtulo del curso sirve para situar esta intervenciГіn en un saludable contexto de normalidad, podrГa a algunos resultar chocante el que un escritor varГіn se avenga a disertar sobre mujer y literatura sin que sea preciso ejercer sobre Г©l violencia ni coacciГіn alguna. PodrГa quizГЎ parecer un gesto poco viril, o incluso hacerle el caldo gordo a ese feminismo rampante y belicoso del que tantos escritores son detractores decididos. Pero siempre he detestado los tГіpicos y las ideas preconcebidas y contemplado con enormes reservas cualquier militancia intelectual intransigente. Por eso me alegra poder comenzar afirmando que el asunto que aquГ se debate suscita en mГ un interГ©s intenso y antiguo, y tambiГ©n por eso debo agradecer a la directora del curso su invitaciГіn a participar en Г©l. No quiero dejar de celebrar pГєblicamente su idea de no limitarse a abastecer las ponencias del curso con mujeres, como suele ser habitual en todo lo que se organiza en torno al binomio, quizГЎ de moda, "mujer-literatura". Su buen criterio nos acredita que en alguna parte perdura el sentido comГєn y no prevalece, todavГa, el cada dГa mГЎs imparable pensamiento binario-simplista.
Quisiera hablar hoy sobre la mirada femenina en la literatura, y para ello, como resulta conveniente (aunque quizГЎ no forzoso), preferirГ© referirme a la obra y la personalidad de algunas escritoras, unas cГ©lebres y otras menos conocidas. Pero antes de eso, y no sГ© si como introducciГіn provocadora o como expiaciГіn de los pecados histГіricos de mi sexo, perderГ© unos minutos en analizar lo que podrГa considerarse el reverso del tГtulo de esta intervenciГіn: la mirada del escritor varГіn sobre la mujer.
I. MIRADAS MASCULINAS
Aunque sea una constataciГіn que a nadie debe enorgullecer, es cierto que cuando uno se para a examinar el trato histГіricamente dispensado a la mujer en los libros escritos por hombres, no resulta nada difГcil encontrar mГєltiples casos de actitudes poco presentables, y no sГіlo desde esa Гіptica mojigata de la correcciГіn polГtica, sino incluso desde el estricto punto de vista de la dignidad humana.
Como serГa muy fГЎcil traer a colaciГіn a uno de esos escritores a quienes todos detestamos, para perpetrar un linchamiento ventajista aprovechando la obviedad de la materia, prefiero recoger aquГ, a tГtulo de ejemplo, algunas miserias de uno de los escritores en lengua castellana a quienes mГЎs admiro: Juan Carlos Onetti.
Primera miseria: siempre pudo presumirse que la principal heroГna del ciclo narrativo de Santa MarГa, localidad imaginaria en la que transcurre gran parte de la obra de Onetti, es la tarada AngГ©lica InГ©s, con la que el turbio Larsen planea un sГіrdido matrimonio por interГ©s en El astillero. No obstante, y para que no quedara ninguna duda, al autor, antes de morirse, le dio tiempo a convertir a esta retrasada y plausiblemente ninfГіmana en consorte de su indudable hГ©roe mГЎximo, el doctor DГaz Grey. Lo hizo en su por otra parte estremecedora novela Гєltima, Cuando ya no importe.
Segunda miseria: es patente el tono despectivo hacia las hembras que impregna mГєltiples pasajes de la obra onettiana. Acude a mi memoria uno de La vida breve, donde el narrador, a propГіsito de una mujer con la que viene sosteniendo algo semejante a un romance, se despacha de repente con esta brutalidad: "La vi retorcerse, pequeГ±a, imbГ©cil hasta el tuГ©tano, la cara sostenida con las manos".
Pero en ningГєn lugar la canallada llega mГЎs lejos que en El pozo, uno de los libros mГЎs sucintos y desgarrados del autor, donde se contiene este pГЎrrafo:
"He leГdo que la inteligencia de las mujeres termina de crecer a los veinte o veinticinco aГ±os. No sГ© nada de la inteligencia de las mujeres y tampoco me interesa. Pero el espГritu de las muchachas muere a esa edad, mГЎs o menos. Pero muere siempre; terminan siendo todas iguales, con un sentido prГЎctico hediondo, con sus necesidades materiales y un deseo ciego y oscuro de parir un hijo. PiГ©nsese en esto y se sabrГЎ por quГ© no hay grandes artistas mujeres. Y si uno se casa con una muchacha y un dГa se despierta al lado de una mujer, es posible que comprenda, sin asco, el alma de los violadores de niГ±as y el cariГ±o baboso de los viejos que esperan con chocolatines en las esquinas de los liceos".
QuizГЎ haya que reconocerle a Onetti, no obstante, el mГ©rito de aceptar hacerse odioso por derecho y sin tapujos. Es difГcil encontrar a quien se atreva a confesar de esa forma sentimientos tan arraigados y a la vez execrables. En este momento consigo recordar solamente a otro conspicuo misГіgino, el poeta catalГЎn JosГ© MarГa Fonollosa, que pudo escribir aquellos candorosos versos:
- Es mala esta mujer. De verdad mala.
- Tan mala como linda. Si la dejo
- me matarГЎ, lo sГ©. Lo sГ© de veras.
- Mis amigos se rГen. Yo estoy triste
- pues no logro apartarla de mi lado.
- OjalГЎ no me amase o se muriese.
La cuestiГіn, sin embargo, es que al lado de estos pocos pilotos kamikazes de la palabra, existe en el mundo de las letras toda una legiГіn de despreciadores sutiles y oblicuos de la mujer como ser de carne y hueso. Lo son, al menos en potencia, los que en alguna ocasiГіn se han deleitado desmedidamente con princesas lГЎnguidas, los que han acreditado una aficiГіn malsana por las vampiresas y los que se han burlado vilmente de las viejas solteronas. SГіlo con esto ya abarcarГamos una buena porciГіn de la nГіmina de escritores de la literatura universal, pero aГєn queda otra categorГa de emboscados, los que eligen menospreciar a la mujer ensalzando a cierta clase de mujeres. Entre ellos puede tambiГ©n mencionarse un caso ilustre, y que de nuevo para evitar suspicacias es el de un escritor por el que declaro sentir cierta reverencia: Alejo Carpentier.