Гарнитура:GeorgiaVerdanaArial
Цвет фона: Режим чтения: F11 | Добавить закладку: Ctrl+D
Следующая страница: Ctrl+→ | Предыдущая страница: Ctrl+←
Показать все книги автора/авторов: Franco Jorge
«Rosario Tijeras», Jorge Franco

OraciГіn al Santo Juez
- Si ojos tienen que no me vean,
- si manos tienen que no me agarren,
- si pies tienen que no me alcancen,
- no permitas que me sorprendan por la espalda,
- no permitas que mi muerte sea violenta,
- no permitas que mi sangre se derrame,
- TГє que todo lo conoces,
- sabes de mis pecados,
- pero tambiГ©n sabes de mi fe,
- no me desampares,
- AmГ©n.
UNO
Como a Rosario le pegaron un tiro a quemarropa mientras le daban un beso, confundiГі el dolor del amor con el de la muerte.
Pero saliГі de dudas cuando despegГі los labios y vio la pistola.
– Sentà un corrientazo por todo el cuerpo. Yo pensé que era el beso… -me dijo desfallecida camino al hospital.
– No hablés más, Rosario -Le dije, y ella apretándome la mano me pidió que no la dejara morir.
– No me quiero morir, no quiero.
Aunque yo la animaba con esperanzas, mi expresiГіn no la engaГ±aba. AГєn moribunda se veГa hermosa, fatalmente divina se desangraba cuando la entraron a cirugГa. La velocidad de la camilla, el vaivГ©n de la puerta y la orden estricta de una enfermera me separaron de ella.
– AvГsale a mi mamГЎ -alcancГ© a oГr.
Como si yo supiera dГіnde vivГa su madre. Nadie lo sabГa, ni siquiera Emilio, que la conociГі tanto y tuvo la suerte de tenerla.
Lo llamГ© para contarle. Se quedГі tan mudo que tuve que repetirle lo que yo mismo no creГa, pero de tanto decГrselo para sacarlo de su silencio, aterricГ© y entendГ que Rosario se morГa.
– Se nos está yendo, viejo.
Lo dije como si Rosario fuera de los dos, o acaso alguna vez lo fue, asГ hubiera sido en un desliz o en el permanente deseo de mis pensamientos.
– Rosario.
No me canso de repetir su nombre mientras amanece, mientras espero a que llegue Emilio, que seguramente no vendrГЎ, mientras espero que alguien salga del quirГіfano y diga algo. Amanece mГЎs lento que nunca, veo apagarse una a una las luces del barrio alto de donde una vez bajГі Rosario.
– MirГЎ bien donde estoy apuntando. AllГЎ arriba sobre la hilera de luces amarillas, un poquito mГЎs arriba quedaba mi casa. AllГЎ debe estar doГ±a Rubi rezando por mГ.
Yo no vi nada, sГіlo su dedo estirado hacia la parte mГЎs alta de la montaГ±a, adornado con un anillo que nunca imaginГі que tendrГa, y su brazo mestizo y su olor a Rosario. Sus hombros descubiertos como casi siempre, sus camisetas diminutas y sus senos tan erguidos como el dedo que seГ±alaba. Ahora se estГЎ muriendo despuГ©s de tanto esquivar la muerte.
– A mГ nadie me mata -dijo un dГa-. Soy mala hierba.
Si nadie sale es porque todavГa estarГЎ viva. Ya he preguntado varias veces pero no me dan razГіn, no la registramos, no hubo tiempo.
– La muchacha, la del balazo.
– Aquà casi todos vienen con un balazo- me dijo la informante.
La creГamos a prueba de balas, inmortal a pesar de que siempre viviГі rodeada de muertos. Me atacГі la certeza de que algГєn dГa a todos nos tocaba, pero me consolГ© con lo que decГa Emilio: ella tiene un chaleco antibalas debajo de la piel.
– ¿Y debajo de la ropa?
– Tiene carne firme -respondió Emilio al mal chiste-. Y contentate con mirar.
Rosario nos gustГі a todos, pero Emilio fue el Гєnico que tuvo el valor, porque hay que admitir que no fue sГіlo cuestiГіn de suerte. Se necesitaba coraje para meterse con Rosario, y asГ yo lo hubiera sacado, de nada hubiera servido porque lleguГ© tarde.
Emilio fue el que la tuvo de verdad, el que se la disputГі con su anterior dueГ±o, el que arriesgГі la vida y el Гєnico que le ofreciГі meterla entre los nuestros. В«Lo mato a Г©l y despuГ©s te mato a vosВ», recordГ© que la habГa amenazado Ferney. Lo recuerdo porque se lo preguntГ© a Rosario:
– ¿Qué fue lo que te dijo, Farley?
– Ferney.
– Eso, Ferney.
– Que primero mataba a Emilio y después me mataba a mà – me aclaró Rosario.
VolvГ a llamar a Emilio. No le preguntГ© por quГ© no venГa a acompaГ±arme, sus razones tendrГa. Me dijo que Г©l tambiГ©n seguГa despierto y que seguramente mГЎs tarde pasarГa.
– No te llamé para eso, sino para que me dieras el teléfono de la mamá de Rosario.